El discurso sobre la virtud política en los espejos de príncipes de los Austriasvalentía y templanza en la teoría política entre el Renacimiento y el Barroco
- Salvador Rus Rufino Director/a
Universidad de defensa: Universidad de León
Fecha de defensa: 04 de diciembre de 2019
- Fernando de Arvizu Galarraga Presidente/a
- Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña Secretario/a
- Mechthild Albert Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
Los espejos de príncipes son textos literarios muy relevantes para la cultura europea medieval y moderna. La tesis se centra en las propuestas de educación política de los príncipes españoles de la Casa de Austria, en su contexto literario, político y cultural del Renacimiento y el Barroco españoles. En ellos se aúnan pedagogía, moral, historia, literatura y política, constituyendo un auténtico género literario sustancial. Se realiza una lectura en clave politológica, y complementariamente historiográfica y lingüística. La pregunta de investigación indaga sobre cuáles son las ideas políticas sobre el gobierno monárquico de los Austrias relacionadas con las exigencias de la conservación del poder que pueden encontrarse en los espejos españoles. Estos proyectan, aunque no forjen, la ideología, la mentalidad política y la cultura política de los siglos XVI y XVII. Se hace una apuesta epistémica por la política como objeto disciplinar, distinguiendo los fundamentos teológico, jurídico y filosófico de los desarrollos políticos de estas creencias e ideas que específicamente caracterizan la ideología de la Monarquía Universal Hispánica. El método histórico preferente y el auxilio complementario del método comparado para buscar referentes similares en otras manifestaciones de esa ideología en las artes figurativas, el teatro y las obras historiográficas constituyen la metodología de estudio. La primera parte se centra en la modelización, tanto del tipo ideal de príncipe como de tratados de educación de gobernantes. La segunda, en el discurso sobre la virtud como puente hacia el buen gobierno. En ambas dimensiones prima la disección sobre la conservación y aumento de la monarquía y, en el momento de la declinación, sobre la restauración del poder regio. El poder es precisamente el concepto sobre el que se anuda toda enseñanza de la política que, para los príncipes, privilegia los aspectos prácticos sobre las disquisiciones teóricas. Se evita trazar un paralelismo entre los autores españoles y sus coetáneos de otros reinos: Erasmo, Maquiavelo, Bodin, Botero, Lipsio, Althusius, Hobbes, para poner de relieve la originalidad de algunos planteamientos de los espejos hispánicos, aunque también su simple reiteración en otros muchos espejos. Del mismo modo, se juzga innecesario agrupar a los autores españoles en supuestas escuelas de pensamiento político, si bien un común sustrato antimaquiavélico abre vías de desarrollo del tacitismo, así como en menor medida del neoestoicismo y previamente del erasmismo. Punto común es la defensa de una idea moralizada del comportamiento del príncipe en una creciente esfera de autonomía de la política que lleva a conciliar lo conveniente con lo ético en la dupla honestum et utile en la traza teórica de la Monarquía Universal, pues así, y no únicamente como Monarquía Hispánica cabría calificar la de los Austrias en atención a las propuestas especulares. El análisis del discurso como metodología lingüística coadyuva a desentrañar la construcción literal y literaria de los textos para concluir que las ideas y las creencias políticas se necesitaron mutuamente en los espejos de príncipes para construir una semántica del poder monárquico más simplificada que en otro tipo de tratados de teoría política, elaborada mediante convenciones discursivas que trazaron un relato dinástico propio de la Monarquía Universal, con estereotipos del contexto (lo hispánico, lo confesional católico, lo monárquico) que incidieron sobre imágenes mentales básicas de la política (el rey como eje del sistema, la creciente identidad entre rey y reino y entre rey e Iglesia, su encarnación en un aparato de representación y apariencia) para forjar un imaginario colectivo del rey como ab solutus y del súbdito como sujeto, en el que la valentía sustentaba la fase ascendente en el concierto europeo durante el siglo XVI y la templanza sobrellevaba la declinación del siglo XVII. La ideología de la época, nunca de un grupo político o de una élite social en exclusiva, puede calificarse como de teocéntrica, organicista, difusa, heterogénea, normativista, centrípeta y no cooperativa, dinámica aunque conservadora. Conjuga creencias (no hay alternativa realista a la forma monárquica, la designación del gobernante es providencialista, se identifica el interés general con el programa dinástico de los Austrias) e ideas más elaboradas (sobre las funciones ejecutiva, normativa, juzgadora, simbólica, arbitral y propagandística de los reyes). Su resultado es una enunciación del poder constreñido a un rey que se muestra a través de estereotipos rígidos (bueno y recto, piadoso, virtuoso, justo), sin matices individuales y sin necesidad de atenerse a los acontecimientos concretos de sus reinados. Esas notas les predisponen a conseguir el buen gobierno a través de una virtud política muy cercana a contenidos teológicos contrarreformistas. Para pasar del plano ideológico al discursivo los escritores de espejos se apoyan en tópicos permanentes (conservación y aumento de la monarquía, parénesis del consejo, rex universalis, rey custodio de la fe, adynaton del gobierno no virtuoso), renacentistas (aurea mediocritas, profecía, reino como locus amoenus) o barrocos (fortuna mutabile, tempus politicus fugit, homo lupus homini, mundo político como teatro). La multiplicación del género en un contexto recesivo provoca la progresiva sustitución del contenido por la forma, pasando las convenciones discursivas a primer plano, tanto las referidas a la política monárquica en general como las específicas y temáticas sobre la virtud política (hábito versus disposición, inspiración teológica) para terminar por aceptarse un equilibrio entre valentía y templanza a fin de conciliar la disimulación con lo honestum y aquietar el arrojo para lo utile.