Las raíces grecorromanas del humanismo

  1. Gutiérrez González, Carolina
unter der Leitung von:
  1. Pablo García Castillo Doktorvater/Doktormutter

Universität der Verteidigung: Universidad de Salamanca

Fecha de defensa: 12 von September von 2024

Gericht:
  1. Ana María Andaluz Romanillos Präsidentin
  2. José Manuel Chillón Lorenzo Sekretär/in
  3. María del Carmen Paredes Martín Vocal

Art: Dissertation

Zusammenfassung

Mis lecturas sobre el humanismo comenzaron por la obra de Alan Bullock, La tradición humanista en Occidente1, en la que el célebre historiador de Oxford afirma que la tradición occidental ha visto al hombre de tres maneras distintas, la primera, la sobrenatural o trascendental, que lo entiende como una criatura de Dios; la segunda, la concepción natural o científica, que considera al hombre integrado en la naturaleza y la tercera, la concepción humanista, que es una reflexión sobre el sentido de la vida del hombre, como comprensión de sí mismo y de su relación con lo divino y con la naturaleza. Esta triple consideración del hombre muestra que la civilización occidental no siempre ha tenido la misma concepción humanista, lo que lleva a Bullock a dudar de la existencia misma de dicha tradición, por lo que entiende que es preciso hacer una revisión histórica de los distintos significados del humanismo. Y comienza con el Renacimiento, mostrando cómo los primeros humanistas volvieron sus ojos a Grecia y Roma, donde descubrieron los modelos artísticos y filosóficos que sirvieron de modelo a su visión del hombre. Entre las figuras del Renacimiento, Bullock muestra su predilección por Francesco Petrarca, cuyo conocimiento de los clásicos era superior al de cualquier hombre medieval. Su descubrimiento de las cartas de Cicerón a Ático y a su hermano Quinto, su revisión del texto de Tito Livio y su admiración y uso del latín, al que le dio el carácter de lengua viva, le convierten, a juicio de Bullock, en el primer intelectual moderno. Tras él, Coluccio Salutati y Leonardo Bruni representan el humanismo político y Alberti es el gran impulsor de la fusión del humanismo con las artes, mientras Ficino fue la figura central del renacimiento filosófico, que fue posible, entre otras causas, por su traducción latina de los Diálogos de Platón, además de las Enéadas de Plotino, el Corpus Hermeticum y los escritos del Pseudo Dionisio. Su discípulo, Pico della Mirandola, siguiendo las huellas de Giannozzo Manetti, llevó a su culminación el humanismo italiano con su brillante discurso Sobre la dignidad del hombre. Lorenzo Valla fue el humanista que, en sus esfuerzos por conciliar el cristianismo con los estudios humanísticos, abrió el camino a Erasmo de Rotterdam. Bullock concluye que todas estas figuras del Renacimiento italiano, a pesar de su carácter elitista, impulsaron el humanismo que tiene sentido permanente, por su insistencia en el valor de la experiencia del hombre y en la dignidad humana.